Cometas en el cielo (The Kite Runner), dirigida por Marc Forster, sobre una novela de Khaled Hosseini.
El director Marc Forster ha llevado a la pantalla una adaptación de la novela homónima del afgano-americano Khaled Hosseini. El resultado es una película enormemente emotiva, en la que se mezclan, junto con las vivencias personales de los protagonistas, la atormentada historia reciente de Afganistán. Así, el gran decorado sobre el que se plantea el argumento nos lleva desde los últimos tiempos de la monarquía poco antes de la invasión soviética hasta la dictadura talibán. El núcleo principal de la historia está construido en torno a la expiación de una deuda, la de Amir, hijo del rico Baba, con Hassan, amigo del anterior e hijo del sirviente de Baba...
La adaptación de la novela conserva casi todos los elementos esenciales, aunque hay algún que otro cambio necesario para poder encajar las más de trescientas páginas en dos horas de metraje. Además, la película opta por una estructura temporal fundamentalmente lineal, mientras en la novela los saltos en el tiempo se suceden...
Una parte notable de la película está constituida por el trasfondo histórico-político, mostrado bajo el tamiz de un exiliado afgano-americano: sin necesidad de exagerar, se nos da a conocer lo calamitoso de la invasión soviética y, más tarde, el triste erial en que el país se había convertido bajo el yugo de los talibán. Si acaso, tal vez se idealice en exceso la época previa a estas catástrofes, por ejemplo a través de la blanda y paternalista tolerancia de Baba con la corrupción rampante, pero, dado lo que vino después, es difícil no hacerlo. Constituye una virtud el que, a pesar de todo, no se haya hecho de la película un panfleto político-maniqueo justificador de grandes jugadas político-militares de Occidente, sino, en general, un decorado triste, real y necesario en que mostrar los hechos de unos protagonistas que, por suerte o por desgracia, son afganos y nacieron en el último tercio del siglo XX.
Las actuaciones son notables, tanto de niños como de adultos, y el guión fluye con soltura, configurando una película que no se hace lenta en ningún momento y que puede seguirse con interés y grandes dosis de empatía. Al fin y al cabo, como decía Aristóteles en su Poética, vemos lo que puede pasarnos en cualquier momento: que no estemos a la altura de las circunstancias, que nuestros amigos nos traicionen o que caiga el cielo sobre nuestras cabezas, o todo ello a la vez. El antídoto, fijarnos en el cielo, en unas cometas multicolores que se enzarzan entre sí para que, finalmente, sólo una de ellas gane nuestra mirada y el premio de nuestra admiración.
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