martes, 8 de diciembre de 2009


Metafísca de los tubos de Amélie Nothomb
Amélie Nothomb narra su infancia con ironía y humor feroz
El título es para echar atrás a más de uno, pero no se asusten, se trata de un libro divertidísimo de la escritora belga nacida en Japón Amélie Nothomb (Kobe, 1967). En apenas 140 páginas, Nothomb cuenta la historia de una niña de tres años, la suya propia, con un humor feroz y deslumbrante. Empieza con una parodia del evangelio de San Juan, “en el principio no había nada...”, porque así se sintió cuando empezó a escribir. “Normalmente, cuando estoy embarazada de un libro ya sé de qué estoy embarazada, pero en este caso no; continué escribiendo y me di cuenta de que era un tubo y de que este tubo era Dios y continué escribiendo. Mi sorpresa fue mayor cuando me di cuenta de que ese tubo era yo”, explicó. Nothomb ha viajado a Barcelona para hablar de Metafísica de los tubos (Anagrama y Columna en catalán).
Metafísica de los tubos forma un díptico con su anterior libro, Estupor y temblores, también publicado por Anagrama, y que ha significado su gran lanzamiento. Obtuvo el Gran Premio de la Academia Francesa y ha vendido en el país vecino más de 750.000 ejemplares. En él cuenta de una manera salvaje la experiencia laboral de una joven belga en una multinacional japonesa. “En Estupor y temblores hablo de un Japón monstruoso, y en el otro, de un Japón sublime. Si hubiera escrito sólo el primero, mi visión de Japón hubiera sido incompleta”. “Es también un libro sobre la primera infancia”, añadió Nothomb. “He intentado llegar al recuerdo que hay antes de los recuerdos. Los primeros años son los más importantes, cuando lo aprendemos todo y lo olvidamos todo. Es terrible que construyamos una vida sobre la amnesia total”.
Nothomb habla en su libro de otras muchas cosas y lo más importante es cómo lo cuenta. Con una ironía y un humor que cautivaron a los lectores desde sus primeras novelas y la convirtieron en una escritora de culto. En España la descubrió Silvia Lluís, de Circe, que publicó Higiene del asesino, Las catilinarias y Atentado, tres historias sorprendentes y muy recomendables, por la originalidad de sus argumentos y la agilidad de su escritura.
AMÉLIE NOTHOMB
(Kobe, Japón; 13 de agosto de 1967) es una escritora belga de lengua francesa.
Debido a la profesión de su padre, diplomático de Bélgica, vivió, además de en Japón, en China, los Estados Unidos, Laos, Birmania y Bangladesh . Habla japonés y trabajó como intérprete en Tokio. Desde 1992, ha publicado una novela cada año.
Amélie ha vivido en muchos sitios, encuentra el horror de la guerra y la pobreza, se refugia en el mundo dorado de la infancia, junto a su hermana mayor, de la que permanece muy próxima. A los diecisiete años descubre Europa y más precisamente Bruselas, ciudad en la que se siente extraña y extranjera. Estudia filología románica en la Universidad Libre de Bruselas, pero su apellido evoca en Bélgica a una familia de la alta burguesía católica y a un bisabuelo de extrema derecha, lo que no favorece su integración en una universidad de tendencias liberal-socialistas (sobre ello escribió una novela semi-biográfica, Antichrista). Una vez licenciada, regresa a Tokio y entra a trabajar en una gran empresa japonesa. Posteriormente relató esta experiencia penosa en su novela Estupor y temblores (Stupeur et tremblements), Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999, y fue llevada al cine por Alain Corneau en 2003.
Regresa a Bélgica y publica Higiene del asesino (Hygiène de l'assassin) en 1992. Es el comienzo de un éxito fulgurante, este libro fue redactado después de una trágica visión de la muerte de su hermano a manos de un borracho. En adelante, la autora puede vivir de la literatura, su pasión. Se dedica a esa actividad al menos cuatro horas diarias, y afirma escribir tres novelas al año, de las que sólo publica una.
De su estilo se ha opinado que es valioso y pedante pero a la vez cómico y con mucho carácter, propio de una mujer que ha tenido que hacerse a sí misma; nadie niega la vivacidad de sus relatos, la precisión del vocabulario, la originalidad de los temas y una mordacidad constante. Algunas de sus novelas (Péplum, Cosmética del enemigo) están constituidas de un único diálogo entre dos personajes. Maneja magistralmente el arte de lo absurdo. Fascinada por la fealdad y la monstruosidad, destaca por la descripción de personajes de rasgos extremos. Sus obras giran siempre, en sus palabras, en torno al enfrentamiento entre dos personajes, o una personaje y una situación (Higiene del asesino, naturalmente, Atentado, Las catilinarias, son ejemplos evidentes)
Es la autora favorita de la editorial Albin Michel.
Entre sus autores favoritos destaca a Mishima, Diderot, Tanizaki, Montherlant y a Proust. Y, entre los vivos, a Éric-Emmanuel Schmitt, Simon Leys, Jacqueline Harpman, Nathalie Gassel, Yoko Ogawa, Kazuo Ishiguro. También menciona con frecuencia a Céline. Recibió el Premio Leteo en 2006.
Bibliografía
- Hygiène de l'assassin, 1992 (Higiene del asesino, Circe Ediciones, 1996)
- Le Sabotage amoureux*, 1993 (El sabotaje amoroso, Anagrama, 2003)
- Légende un peu chinoise 1993
- Les Combustibles, 1994
- Les Catilinaires, 1995 (Las catilinarias, Circe Ediciones, 1997)
- Péplum**, 1996
- Attentat, 1997 (Atentado, Circe Ediciones, 1998)
- Mercure, 1998
- Stupeur et tremblements*, 1999 (Estupor y temblores, Anagrama, 2004)
- Le Mystère par excellence, 1999
- Métaphysique des tubes*, 2000 (Metafísica de los tubos, Anagrama, 2001)
- Brillant comme un casserolle, 2000 (Brillante como una cacerola, Alfaguara, 2009)
- Cosmétique de l'ennemi, 2001 (Cosmética del enemigo, Anagrama, 2003)
- Aspirine, 2001
- Sans Nom, 2001
- Robert des noms propres**, 2002 (Diccionario de nombres propios, Anagrama, 2004)
- Antéchrista**, 2003 (Antichrista, Anagrama, 2005)
- L'Entrée du Christ à Bruxelles, 2004
- Biographie de la faim*, 2004 (Biografía del hambre, Anagrama, 2006)
- Acide Sulfurique, 2005 (Ácido sulfúrico, Anagrama, 2007)
- Journal d'Hirondelle, 2006 (Diario de Golondrina, Anagrama, 2008)
- Ni d'Ève, ni d'Adam *, 2007 (Ni de Eva ni de Adán, Anagrama, 2009)
- Le Fait du Prince, 2008
- Le Voyage d'Hiver, 2009
Las obras marcadas con un asterisco (*) son autobiográficas.
En las marcadas con doble asterisco, la autora se sitúa en la trama, sin que por ello la obra tenga un carácter autobiográfico marcado.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Cometas en el cielo (The Kite Runner), dirigida por Marc Forster, sobre una novela de Khaled Hosseini.
El director Marc Forster ha llevado a la pantalla una adaptación de la novela homónima del afgano-americano Khaled Hosseini. El resultado es una película enormemente emotiva, en la que se mezclan, junto con las vivencias personales de los protagonistas, la atormentada historia reciente de Afganistán. Así, el gran decorado sobre el que se plantea el argumento nos lleva desde los últimos tiempos de la monarquía poco antes de la invasión soviética hasta la dictadura talibán. El núcleo principal de la historia está construido en torno a la expiación de una deuda, la de Amir, hijo del rico Baba, con Hassan, amigo del anterior e hijo del sirviente de Baba...
La adaptación de la novela conserva casi todos los elementos esenciales, aunque hay algún que otro cambio necesario para poder encajar las más de trescientas páginas en dos horas de metraje. Además, la película opta por una estructura temporal fundamentalmente lineal, mientras en la novela los saltos en el tiempo se suceden...
Una parte notable de la película está constituida por el trasfondo histórico-político, mostrado bajo el tamiz de un exiliado afgano-americano: sin necesidad de exagerar, se nos da a conocer lo calamitoso de la invasión soviética y, más tarde, el triste erial en que el país se había convertido bajo el yugo de los talibán. Si acaso, tal vez se idealice en exceso la época previa a estas catástrofes, por ejemplo a través de la blanda y paternalista tolerancia de Baba con la corrupción rampante, pero, dado lo que vino después, es difícil no hacerlo. Constituye una virtud el que, a pesar de todo, no se haya hecho de la película un panfleto político-maniqueo justificador de grandes jugadas político-militares de Occidente, sino, en general, un decorado triste, real y necesario en que mostrar los hechos de unos protagonistas que, por suerte o por desgracia, son afganos y nacieron en el último tercio del siglo XX.
Las actuaciones son notables, tanto de niños como de adultos, y el guión fluye con soltura, configurando una película que no se hace lenta en ningún momento y que puede seguirse con interés y grandes dosis de empatía. Al fin y al cabo, como decía Aristóteles en su Poética, vemos lo que puede pasarnos en cualquier momento: que no estemos a la altura de las circunstancias, que nuestros amigos nos traicionen o que caiga el cielo sobre nuestras cabezas, o todo ello a la vez. El antídoto, fijarnos en el cielo, en unas cometas multicolores que se enzarzan entre sí para que, finalmente, sólo una de ellas gane nuestra mirada y el premio de nuestra admiración.


Cometas en el cielo de Khaled Hosseini

Sobre el telón de fondo de un Afganistán respetuoso de sus ricas tradiciones ancestrales, la vida en Kabul durante el invierno de 1975 se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de una ciudad confiada en su futuro e ignorante de que se avecina uno de los periodos más cruentos y tenebrosos que han padecido los milenarios pueblos que la habitan. "Cometas en el cielo" es la conmovedora historia de dos padres y dos hijos, de su amistad y de cómo la casualidad puede convertirse en hito inesperado de nuestro destino. Obsesionado por demostrarle a su padre que ya es todo un hombre, Amir se propone ganar la competición anual de cometas de la forma que sea, incluso a costa de su inseparable Hassan, un hazara de clase inferior que ha sido su sirviente y compañero de juegos desde la más tierna infancia. A pesar del fuerte vínculo que los une, después de tantos años de haberse defendido mutuamente de todos los peligros imaginables, Amir se aprovecha de la fidelidad sin límites de su amigo y comete una traición que los separará de forma definitiva. Así, con apenas doce años, el joven Amir recordará durante toda su vida aquellos días en los que perdió uno de los tesoros más preciados del hombre: la amistad
KHALED HOSSEINI

Jaled Hosseini (en persa: خالد حسینی, transliterado: Khaled Hosseini) es un médico y novelista afgano-estadounidense nacido en la capital de Afganistán, Kabul, el 4 de marzo de 1965.


Publicó la novela "The Kite Runner" en 2003 ("Cometas en el cielo", de acuerdo a la traducción de Salamandra). Su segunda novela, "A Thousand Splendid Suns" ("Mil soles espléndidos") fue publicada en 2007.


Su padre fue diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de Afganistán y su madre enseñaba Farsi e Historia en un gran instituto en Kabul. En 1976, El Ministerio de Asuntos Exteriores envió a la familia a París. En 1980 estaban preparados para volver a Kabul pero para entonces Afganistán había sufrido la invasión soviética. Los Hosseini recibieron asilo político de Estados Unidos. En septiembre de 1980 se trasladaron a San José, California. Hosseini acabó los estudios secundarios en 1984 e ingresó en la Universidad de Santa Clara, donde se graduó en Biología en 1988. Al año siguiente entró en la Facultad de Medicina de San Diego (California), donde en 1993 se licenció en Medicina. Completó sus prácticas como residente en el Cedars-Sinai Hospital de los Ángeles. Trabajó como interno en prácticas de 1996 a 2004. Mientras hacía estas prácticas, empezó a escribir su primera novela, Cometas en el cielo, que se publicó en 2003 y que, desde entonces, se ha convertido en un bestseller y se ha publicado en 38 países. En 2006 fue nombrado embajador de buena voluntad del ACNUR (UNHCR en sus siglas en inglés), Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.


domingo, 1 de noviembre de 2009

La muerte de Iván Illich
de León Tolstói


La muerte de Iván Ilitch (ruso: Смерть Ивана Ильича, Smert Ivana Ilyicha), publicada por primera vez en 1886, es una novela corta del escritor ruso León Tolstói. Dentro de su bibliografía, se encuentra hacia el final de su producción. Para algunos analistas de la obra de Tolstoi, esta historia reflejaría las luchas intelectuales y espirituales que poco tiempo atrás el autor había atravesado, en la crisis que tuvo cuando alcanzó los 50 años y que superaría con un radical cambio espiritual. En la novela, los temas tratados son la naturaleza tanto de la vida como de la muerte. La novela fue aclamada en sendas ocasiones por Vladimir Nabokov y por Mahatma Gandhi como la más grande de toda la literatura rusa.

El argumento gira en torno a Iván Ilich, un pequeño burócrata que fue educado en su infancia con las convicciones de poder alcanzar un puesto dentro del gobierno del Imperio Zarista. Poco a poco sus ideales se van cumpliendo, pero se dará cuenta de que no ha servido de nada dicho esfuerzo; al llegar cerca de la posición que siempre ha soñado, se encontrará con el dilema de descifrar el significado de tanto sacrificio, y de valorar también el malestar reinante en el pequeño entorno familiar que se ha construido. Un día, se golpea al reparar unas cortinas y comienza a sentir un dolor que lo aqueja constantemente.
La muerte de Iván Illich es, como su nombre lo indica, una mirada directa a ese vacío que tanta angustia nos reporta, la muerte. Sin embargo, la novela también presenta una fuerte crítica al modo de vida en la sociedad rusa burocrática de aquella época, crítica a la vida que se torna mucho más "vívida" cuando observada en contraste con el negro fondo de la muerte.

LEÓN TOLSTÓI


Lev Nikoláyevich Tolstói también conocido como León Tolstoy (1828 -1910) fue un novelista ruso ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores de occidente y de la literatura mundial.
Nació en Yásnaya Poliana, en la provincia de Tula en el seno de una familia perteneciente a la más antigua nobleza rusa. Su madre, la princesa María Nikoláyevna Volkonski descendía de los antiguos príncipes de Volkonski, y su padre Nikolái Ilich Tolstói era conde. Tenía tres hermanos y una hermana: Sergéi, Nikolái, Dmitri y María; el nacimiento de ésta le costó la vida de su madre cuando aún no cumplía los dos años. Su padre muere de un ataque de apoplejía en 1838 cuando Tolstói acababa de cumplir 10 años.
Los hermanos se trasladan a Kazán, a la residencia de un tío paterno, Vladímir Ivánovich Yusjov, donde Tolstói reside gran parte de su juventud.
En 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia.
Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.
Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artillería.
El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.
Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir.
Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.
Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.
Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.
Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.
A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.
Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.
Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.
La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.
Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).
Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.
Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.
Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos."
En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano.

sábado, 10 de octubre de 2009

LECTURAS 2008-2009
La señora Dalloway de Virgina Woolf
El desierto de los tártaros de Dino Buzzati
El nombre de los nuestros de Lorenzo Silva
La mancha humana de Philip Roth
El batallón de los perdedores de Salvador Gutiérrez Solís
Expiación de Ian McEwan
Desgracia de J. M. Coetzee
El loro de Flaubert de Julian Barnes