domingo, 14 de marzo de 2010

Las partículas elementales
de Michel Houellebecq
Janine Ceccaldi tiene dos hijos con dos hombres distintos, pero los abandona a todos en interés de la libertad, el sexo libre y el movimiento hippie de la época. Así, Bruno se educa en un internado donde es vejado y crece con una obsesión enfermiza por el sexo, mientras que Michel crece con su abuela y con el único interés de estudiar, sacrificando incluso así el amor de su vida, y rechazando el sexo de plano.
"En gran parte influido por su formación científica, la novela de Houellebecq es fundamentalmente especulativa.
Detrás de esta novela hay una profunda crisis de valores de las sociedades occidentales y de los modelos de relación. Convierte la narración en un acta de defunción de los modelos clásicos de sujeto, emoción, proyectos, relación. Desde el análisis crítico de la sociedad, al retrato de sus consecuencias emocionales y morales, consuma en “Las partículas elementales” la crisis de todas las crisis y nos explica como el proyecto utópico de los años 60 acaba en el nihilismo explícito de los 80.
Sus personajes, que generacionalmente en la actualidad tendrían 40-50 años, no creen en la utopía política, ni en el modelo clásico de religión, ni reproducen los modelos de asociación y emparejamiento.
Nos encontramos con dos sujetos muy actuales. Uno de ellos, Michel, que para protegerse de la realidad la niega o Bruno, que todavía hace caso a su deseo, pero se limita a una repetición vacía de ese deseo. En la novela no se espera nada, sólo se espera el tiempo de la desazón y esta se convierte en desasosiego. Si algo se quiere evitar en “Las partículas elementales” es la noción de angustia y sólo se la sabe sustituir por el vacío. Para evitar la condición polémica de la existencia humana se juega torpemente a reducir lo que esperamos de nuestra propia existencia en elementos mínimos que pudieran no fallar como la estabilidad laboral o actividad sexual.
Los personajes de la novela son hombres sin atributos, sin cualidades, sin características, voluntariamente se han auto vaciado, han reducido su expectativa ante lo real a elementos mínimos fácilmente domesticables.
Lo único que quieren es asumir que no pueden, el querer es sólo un efecto, la causa de decisión y poder no existe para ellos. Los modelos clásicos hasta los años 70, dejan de tener sentido en los años 80. Los años 80 son pruebas de experimentación. Se ha abandonado un criterio, un discurso, un modelo pero no se ha sustituido por otro.
En la raíz de la novela se encuentra el sufrimiento. Su prosa es implacable, testimonio de una imposibilidad de vivir y condena, con una violencia amarga, toda esperanza. Ese sufrimiento es esencialmente de tipo sexual y afectivo. Houellebecq elabora una teoría completa sobre el liberalismo, económico y sexual: “el liberalismo sexual es la extensión del dominio de la lucha, se extiende a todas las etapas de la vida y a todas las clases de la sociedad”. Dani Martínez
MICHEL HOUELLEBECQ
Michel Thomas (Saint Pierre, Isla de Reunión, 26 de febrero de 1958), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Ambas le otorgaron cierta consideración literaria pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional. Reside desde hace algún tiempo en el Cabo de Gata (Almería, España).
Hijo de padres atípicos que, al parecer, se desentendieron de él desde muy pequeño, pasó su infancia y adolescencia con su abuela paterna, de la cual adoptó su apellido como pseudónimo. De este hecho biográfico nacen algunos de sus temas recurrentes en su obra, como su fijación en las miserias afectivas del hombre contemporáneo. En 1980 se licenció como ingeniero agrónomo. Trabajó un tiempo como informático, experiencia que quedará reflejada en su primera novela.

Con la publicación en 1994 de Extension du domaine de la lutte, que se llegó a comparar con El extranjero de Camus, pasó del anonimato total a convertirse, gracias exclusivamente al boca a boca, en autor de uno de los libros más vendidos del año. La obra fue traducida a numerosas lenguas (entre ellas el español, con el título Ampliación del campo de batalla) y le dio a conocer al gran público. Algunos críticos, cogidos a contrapié, creyeron que su éxito sería flor de un día, pero ese vaticinio se disipó de golpe con la publicación de su segunda novela, Les Particules élémentaires, considerado el mejor libro francés de 1998 por la revista Lire y galardonada con el Prix Novembre. Ese mismo año obtuvo además el Premio Nacional de las Letras para jóvenes talentos. Su tercera novela, Plateforme, le convirtió definitivamente en estrella mediática, no sólo por traducirse a más de 25 lenguas sino por ser objeto de una agria polémica en torno a su supuesta islamofobia y por su visión amoral de la explotación sexual del Tercer Mundo.
A causa de la presión mediática, dejó Francia y vivió en Irlanda durante algunos años. Después se instaló en el sur de España, donde reside actualmente. En su obra se aprecia el influjo de autores tales como el marqués de Sade, Howard-Phillip Lovecraft Ferdinand Céline.

Sus obras y opiniones, muy críticas con el pensamiento políticamente correcto y con los restos de mayo del 68, le pusieron en el punto de mira de algunos medios, que lo acusaron de misógino, decadente y reaccionario, lo cual sólo hizo que aumentaran su popularidad y sus ventas. Por si fueran pocos los reproches, debido a algún pasaje de Plataforma, donde aparece el tema del terrorismo islamista, se le sumó el de "islamófobo". Como no se puede denunciar a nadie por lo que opine un personaje de ficción, la oportunidad para sus detractores vino a raíz de una entrevista en la revista literaria Lire, publicada en septiembre de 2001, en las que afirmó que «la religión más idiota del mundo es el Islam» y que «cuando lees el Corán se te cae el alma a los pies». Fue entonces denunciado por varias agrupaciones islámicas y de derechos humanos por "injuria racial" e "incitación al odio religioso". El juicio, celebrado en París en octubre de 2002, dividió a la comunidad intelectual internacional entre defensores y detractores de la libertad de expresión, que recordó al caso Rushdie. Fue absuelto de todos los cargos: el juez argumentó en la sentencia que las críticas a la religión son perfectamente legítimas en un Estado laico. Adorado por sus incondicionales (Fernando Arrabal le considera el mejor escritor francés vivo) y denostado como pornógrafo, misógino y racista por sus variados oponentes (desde puritanos religiosos a notables izquierdistas), no por ello logran evitar que cada nuevo libro suyo cope los suplementos literarios, se venda por millones y se traduzca a numerosas lenguas.